Muchas de las cosas que ahora asociamos con la cocina italiana, como la espinaca, la berenjena, el maíz, el calabacín, la papa y el tomate, no se introdujeron hasta mucho más tarde a través de contactos con los mundos árabe y nuevo. La pasta también fue una invención mucho más tardía, probablemente a través de contactos con China y el este de Asia. Huelga decir que la cocina romana tardía sería apenas reconocible para los ojos modernos que esperan comida italiana.
Incluso el trigo era algo relativamente nuevo, y la mayoría comía panes y papillas a base de emmer. Las gachas se servían generalmente con verduras (como zanahorias, aunque no naranjas como las que ahora usamos, junto con pepino, ajo, endivias, lechuga, cebollas, nabos, chirivías, rábanos, etc.) u ocasionalmente fruta, a veces con carne en la forma de carne de cerdo o de caza silvestre, o a menudo con pescado y mariscos. Las aceitunas eran un alimento particularmente común, con unas 30-50 variedades registradas. Carne de res o carne descuartizada era muy poco común o posiblemente incluso desconocida.
La fruta generalmente incluía manzanas, peras, uvas, membrillos, bayas e higos posteriores, todos los cuales se consumían frescos en temporada o secos durante el invierno. Los cítricos comenzaron a aparecer en el Imperio Romano tardío, pero probablemente aún no se habían extendido en el siglo VIII.
La bebida más común fue el vino de varios tipos, generalmente diluido con agua. El jugo de uva no fermentado no existió hasta muchos siglos después; la cerveza era más una cosa del norte de Europa.
Los contactos con los árabes, los chinos y las Américas cambiaron la comida italiana casi por completo, ¡pero qué pérdida hubiera sido si eso nunca hubiera sucedido!
