Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
Arthur C. Clarke, “Perfiles del futuro”, 1961 (tercera ley de Clarke)
La respuesta de Chris Rentsch es correcta en sus detalles.
En realidad, la radiación de microondas es peligrosa, o al menos extremadamente nociva, si una persona está expuesta a una transmisión fuerte. Debido a que es invisible para el ojo humano, porque no hay un efecto aparente que cause calentamiento y cocción, es razonable que la persona lo tema. Ese temor no se ve completamente amortiguado por la seguridad de que el horno de microondas está diseñado para ser seguro.
La historia de la radiación de microondas en el radar, las telecomunicaciones y la cocina data de mediados del siglo XX. A lo largo de los años, ha habido rumores y malentendidos que alimentan el miedo: los técnicos de laboratorio y los ingenieros encontraron barras de caramelo derretidas en sus bolsillos, y los pescadores ingleses descubrieron que estaban tibios cuando pescaban frente a las antenas de radar. La falta de conocimiento sobre el fenómeno, sobre sus causas, sobre la verdadera naturaleza y el grado de riesgo causó la creencia errónea.