Porque los platos simples preparados y presentados a la perfección son mucho más difíciles (requieren una atención más intensa al detalle) que un plato más complejo bien preparado.
Más simplemente: si cometes un error, incluso uno menor, con una tortilla (o huevos fáciles) no hay, literalmente, ningún lugar para esconderlo.
Siendo este el caso, aunque este plato es muy simple, es una herramienta perfecta para evaluar la atención de los chefs por los detalles, y desde allí es un salto corto llegar a la habilidad.