En cenas lujosas contrataron entretenimiento profesional: bailarines, tragafuegos, malabaristas, mimos, músicos …
En fiestas más íntimas, un esclavo puede cantar o tocar un instrumento.
Tenían juegos que no encontraríamos muy diferentes de beer-pong, como anotar el hueso de aceitunas en tazas o podían jugar charadas.
Los invitados también podían recitar algo que sabían o leer algo que habían escrito (la literatura romana estaba hecha para ser leída en voz alta y la oratoria era un arte que solo los ricos podían adquirir).
De Martial y Lucan sabemos que los escritores con una conversación inteligente fueron invitados a cenar para mantener alejado el aburrimiento.